Por la pasarela de la vida terrenal...

Es nuestro gran compromiso realizar bien nuestra encomienda, para poder llegar a la gran meta final; la cual dependerá de la  responsabilidad  y  disciplina con que nos conduzcamos  por la pasarela de la vida terrenal.

Debemos cumplir con las reglas y requisitos que implica el pacto en el que hemos incurrido, a través del contrato de exclusividad como modelos de Jesús.

Es imprescindible un alto grado de sabiduría, moralidad, dignidad, honestidad, sinceridad, integridad, paciencia, perseverancia y sobre todo fidelidad.
En 1 Tesalonicenses 4:7-8, encontramos que se nos hace un claro llamado en cuanto a nuestro paso por este mundo.
  
“Pues, no nos ha llamado Dios a inmundicia,
sino a santificación.
Así que, el que desecha esto,
no desecha a hombre,
sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo.”

 A lo largo de nuestro modelar,  nuestras vestimentas deben lucir limpias, desarrugadas, impecables, delicadamente tratadas y despidiendo de sí la fragancia mas sutil y delicada que jamás se pueda encontrar en otro lugar.

Algo sencillo, pero determinante en nuestras vidas es, un simple,  pero importante:  SI  o  NO, en el momento preciso y adecuado.  Podria ser mortal decir NO, cuando debemos decir SI;  o  decir  SI cuando debemos decir  NO.

La palabra es nuestra perfecta consejera para enseñarnos como y cuando tomar decisiones acertadas.  Una de esas enseñanzas claves,  la podemos encontrar en: Colosenses 3:2

“Poned la mira en las cosas de arriba,
no en las de la tierra.”

Cuando nuestra mirada esta puesta en Jesús y en su palabra, nuestro éxito esta garantizado. No hay posibilidad alguna de equivocarnos, ni de tomar decisiones de las que luego tengamos que arrepentirnos.

La Biblia nos asegura que somos peregrinos y extranjeros y que nuestra ciudadanía  esta en los cielos, (1 Pedro 2:11  y  Filipenses 3:20).  Grande es nuestra paz al meditar con el gran privilegio con el que contamos.

Como hijos de Dios contamos con una alentadora y gloriosa esperanza, la cual debe inspirarnos  a obrar en santidad; Y es el objetivo mas firme y grandioso que todo cristiano debe trazarse, el de obtener la mas alta de las metas,  y la cual jamás nadie  por ninguna otra vía  podrá alcanzar.  No ha habido, ni hay, ni habrá jamás otra meta más grandiosa ni con mayor importancia que esta.  ¡Nuestra gran meta final: “La vida Eterna”! 

Es la única meta en la cual no importa lo rápido que corramos,  sino ¡como corramos!  Es importante tener en cuenta, que en el camino habrán impedimentos,  peligros, hoyos, montanas, y precipicios, pero no quiere esto decir que no podremos ganar, llegar a nuestra meta final.  En
Gálatas 5:7 encontramos una interesante afirmación y  reflexiva pregunta:

Vosotros corríais bien;
¿quién os estorbó, para no obedecer a la verdad?

Debemos aprender a conocer que significan esos estorbos, esos impedimentos que se nos presentan en el camino.  Es necesario que podamos distinguirlos y saber que son tácticas del enemigo para interrumpir nuestra carrera y desviarnos la  atención de  nuestro gran objetivo.

Es ahí donde tendremos que saber  usar nosotros debidamente, nuestra sabia y gran astucia por parte de nosotros, la cual  consistirá, en impedir que nada  desvíe nuestra mirada, ni  estorbe nuestra carrera, sino que podamos en todo momento tener nuestros ojos puestos en Jesús autor y consumador de la fe y blanco de nuestra soberana vocación,  porque detrás de este blanco, que es Cristo Jesús, es donde se encuentra exactamente nuestra gran meta final, en cuanto a nuestra carrera terrenal; y es entonces donde arribamos a la gran puerta que nos conduce a la mas importante de las pasarelas: “La pasarela de la vida celestial;  la cual solo podrá ser alcanzada por aquellos que hayan podido recorrer con éxito la pasarela de la vida terrenal.

 Al llegar a esta pasarela habremos culminado victoriosamente y con regocijo nuestra encomienda y entonces podremos decir como dijo el apóstol Pablo:

“He peleado la buena batalla,
he acabado la carrera,
he guardado la fe.”
2 Timoteo 4:7


Entraremos a morar por toda la eternidad, como pueblo escogido de Dios. Allí no habrá mas llanto, sino que Dios mismo se encargara de secar toda lagrima de los ojos nuestros y ya no habrá muerte ni  dolor, sino que todas las cosas serán hechas nuevas. (Apocalipsis 21:4-5)


**Fragmento del libro: "Es Cristo Mi Modelo?",  por: Lissandra Perez-Paredes